Ciervo Cervus elaphus Información: Es el mayor de los herbívoros silvestres de la Península Ibérica, con un peso que puede llegar a los 200 kilos, una longitud de hasta dos metros y una altura a la cruz de entre uno y un metro y medio. Presenta un claro dimorfismo sexual, con los machos siendo más voluminosos y presentando cuernos la mayor parte del año (excepto entre febrero y mayo, cuando los pierden). Las hembras por su parte son más esbeltas y carecen de cuernos en cualquier fase de su vida. El color de la capa es más rojiza durante la primavera y el verano y más grisácea durante otoño e invierno. Los cervatillos presentan puntos blancos sobre su capa. El ciervo peninsular es reconociblemente más pequeño que el ciervo europeo de latitudes más norteñas. Además el ciervo peninsular carece, a diferencia de sus parientes europeos, de crines. Hábitat: Puede encontrarse al ciervo en gran variedad de hábitats de toda la Península, desde los sistemas montañosos, a los bosques densos o las dehesas. En España es posible ver ciervos en Pirineos, la Cordillera Cantábrica, la Sierra de la Culebra, Monfragüe y sierras de Castilla-La Mancha, Extremadura y Andalucía, por citar algunos ejemplos. Reproducción: El periodo de celo es en septiembre y primeros de octubre. Los ciervos machos se aparean con varias hembras para lo que deben antes competir con otros machos adultos. Durante este periodo de celo la cuerna alcanza su mayor desarrollo, los machos pelean entrechocando sus cuernas y emiten grandes berridos en lo que se llama la berrea, que es fácil de observar puesto que sus hábitos se vuelven diurnos y se hacen menos asustadizos. El estado de adulto se alcanza a los dos años, aunque los machos antes de llegar a reproducirse deberán pasar algunos años compitiendo con otros adultos más desarrollados que pueden defender mejor un harén. Fuera de la época de reproducción los machos viven aislados e itinerantes y las hembras viven en colonias, junto con los subadultos. Alimentación: Es herbívoro. Se alimenta de brotes tiernos y hojas, pasto, arbutos, setas y en ocasiones de los cultivos. El efecto de su presencia en el monte bajo y en los brotes de los árboles es muy apreciable. En las zonas donde habitan los ciervos el crecimiento de las especies vegetales se controla de forma natural.