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Leemos para comprender

Ahora uno de los “gurús” en la gramática del texto, Teun VanDijk, lingüista que ha influido profundamente en nuestro conocimiento sobre como el texto se transforma en significado nos dice:

Un usuario de la lengua no es ni una gramática ni una maquina: comienza a “trabajar” es decir a “comprender”, en cuanto entra la información.  No espera hasta el final de la oración ni mucho menos al final del texto.  La capacidad de la MCP [memoria a corto plazo] es como vimos limitada.  Por lo tanto, un usuario de la lengua traducirá la información de superficie en información semántica en cuanto pueda, porque es información semántica que puede almacenarse principalmente en MLP [memoria a largo plazo].  Esta es la información semántica que seguramente será necesaria en procesos posteriores de comprensión y de producción.  Esto también significa que el usuario de la lengua no va a procesar la información sintáctica primero, sino que al mismo tiempo usará toda la información semántica disponible (de la oración, del mundo y del contexto real) para asignar la estructura sintáctica correcta que, a su vez, determina una interpretación semántica posible… Aquí solo queremos retener el resultado básico de que la entrada lingüística “se traduce” en información semántica tan pronto como se puede… Es simplemente imposible recordar una secuencia larga de oraciones … así que una de las primeras tareas de un modelo de comprensión del discurso es la de organizar y reducir grandes cantidades de información muy compleja. 

Van Dijk, T. A.  (1991, p. 80). Estructuras y funciones del discurso. México, D. F.: Siglo XXI Editores.   

Grandes lectores pueden tener poco conocimiento de la gramática y de los procesos asociados a la lectura y sin embargo se benefician enormemente del texto.  Esto sucede porque son grandes comprendedores.  No esperan ni siquiera terminar una oración para ya iniciar una serie de hipótesis sobre el probable significado del material de lectura como un todo.   El gran lector no es una poderosa máquina reproductora de páginas (aunque una buena memoria definitivamente ayuda) es a todas luces una máquina creadora de significados con la capacidad de autocorregirse conforme va adquiriendo más información del texto. Para un lector el peor enemigo es la incapacidad para obtener significado de las palabras, oraciones y párrafos presentados frente a él.  Al brotar en la boca de miles de lectores la descorazonadora frase “no entiendo” se destruye desde la médula la motivación fundamental del ser humano como procesador de la información textual.   Un buen maestro conoce la zona de desarrollo próximo de sus alumnos lectores y los pone en contacto no con materiales que comprendan tan fácilmente que prácticamente no les dicen nada nuevo, ni con materiales de lectura que parezcan indescifrables.  La sabiduría pedagógica del maestro está en identificar retos óptimos, donde con ciertas dificultades el éxito de la lectura, es decir la comprensión de la misma, esté casi garantizada. Igualmente un buen maestro es un mediador del aprendizaje para aquellos cuyos recursos cognitivos son limitados, cuyo conocimiento previo parece insuficiente para lograr la tan deseada comprensión.  No hay dilemas ante tales escenarios: Lectura que no se comprende de abandona, lectura que se abandona frecuentemente impide el desarrollo del ser humano y un ser humano que no se ha desarrollado en tal dirección, no participa efectivamente en su contexto social.  

 

Uei Tlatolli espera sus comentarios, experiencias y sentimientos al respecto.  No hay mayor regalo en la lectura que la comprensión.  ¿Cómo se ha dado y como se ha negado a nuestros alumnos y a nosotros mismos tal recompensa?

 

 

Héctor Méndez

Somos lo que leemos

Somos lo que leemos

Maryanne Wolf una de las autoridades mundiales en dislexia ha comprendido como pocas personas el proceso lector gracias a su profundo entendimiento de las condiciones cognitivas en las cuales el cerebro funciona deficientemente en sus intentos por comprender el texto.  Ella nos dice:

… el cerebro lector forma parte de una dinámica bidireccional tremendamente eficaz.  Se puede aprender a leer gracias solo a la plasticidad del cerebro y, leyendo, el cerebro cambia para siempre tanto psicológica como intelectualmente.  Por ejemplo, en el plano neuronal, una persona que aprende a leer en chino utiliza un conjunto muy concreto de conexiones neuronales que difieren significativamente de los senderos utilizados para leer en inglés.  Cuando los lectores chinos intentan leer en inglés por primera vez, sus cerebros intentan utilizar los senderos neuronales construidos por el chino1.  Aprender a leer los caracteres chinos ha conformado literalmente el cerebro lector de los chinos.  De igual manera, gran parte de nuestra manera de pensar y de aquello en lo que pensamos se basa en las conclusiones y asociaciones generadas a partir de lo que leemos.  Como dijo el escritor Joseph Epstein: <<La biografía de cualquier escritor debería ocuparse extensamente de lo que leyó y cuando lo hizo, porque en cierto sentido, somos lo que leemos2.>>

Wolf, M. (2008, p. 21). Como aprendemos a leer: Historia y ciencia del cerebro y la lectura. España, Barcelona: Ediciones B, S.A.  

1) Tan, L.H., J. Spinks y otros. (2003). Neural Systems of Second Language Readings Are Shaped by Native Language.  Human Brain Mapping, 18, p. 158-166. 

2) Epstein, J. (1985). The Noblest Distraction, Plausible Prejudices: Essays on American Writing.  Londres: Norton. 

Si intentamos responder a la eterna pregunta del ser humano “¿Quién soy?” bien podríamos cambiar la pregunta a “¿Qué he leído?” para poder dar respuesta a la pregunta original.  Somos lo que pensamos, somos las acciones que ejecutamos en un mundo social, somos las ideas religiosas o filosóficas que sostenemos, somos los principios éticos bajo los cuales vivimos, somos las habilidades que demostramos en el mundo, somos los sentimientos que se generan en el cerebro al recibir el impacto del mundo, somos consumidores infatigables de productos perecederos y servicios y recursos… y la lista puede seguir inexorable generando más y más ejemplos de lo que somos.  En cada uno de estos ejemplos podemos preguntarnos ¿Cómo mi visión filosófica o religiosa, mi ética personal, mi conocimiento profesional, mi auto-estima, mis hábitos de consumo han sido influenciados por los libros, los anuncios, las revistas, el cine (no olviden que muchas veces el cine es texto), las estadísticas, el Internet? Vygotsky decía que “a través de otros llegamos a ser nosotros mismos” tratando de resumir en una frase la enorme transformación que sufre un ser humano en su transitar desde la cuna hasta la tumba.   Podemos modificar la frase e indicar “a través del texto llegamos a ser nosotros mismos”.  Somos una unidad inseparable con el texto.  ¿Qué tanto “somos” en un sentido totalmente original y único? No mucho tal vez.   ¿Qué tanto de lo que somos ha sido generado a través de los textos? Para todos los que vivimos fuera de las culturas ágrafas, podemos decir que en verdad a través de la localización-recuperación de la información,  de la interpretación y de la reflexión de los textos hemos llegado a ser lo que somos. Dar a un individuo la competencia lectora es darle el cincel y el martillo para esculpirse a sí mismo.   ¿Qué ejemplos tienen los lectores de Uei Tlatolli que ilustren el principio de “somos lo que leemos”?

Héctor Méndez

La batalla por la literacidad

Ahora nuestro ilustre escritor (Carlos Fuentes) nos describe la batalla que México ha librado y sigue librando en su esfuerzo por construir una patria lectora:

Pero por más lucido que fuese José Vasconcelos en sus conceptos y en su lenguaje, mayor aun debía ser su voluntad para llevar la educación pública a los rincones más apartados de México: a las tierras más abandonadas.  La ausencia de escuela, el 90% de iletrados, no eran solo indicio de la incomunicación dentro de un país encerrado entre sus abruptas montañas y sus interminables desiertos.  Era, además (y quizá sobre todo) resultado de una tradición autoritaria, la de dominar mediante la ignorancia, la de explotar gracias al silencio, la de apartar con el auxilio de la distancia a los seres humanos –la mayoría de los mexicanos –vistos como carne de cañón en ocasiones; bestias de carga en otras; fieles servidores en el mejor de los casos. 

Todos conocemos la increíble valentía de los primero maestros enviados por Vasconcelos a alfabetizar los ranchos, las haciendas, los pequeños poblados. Muchos murieron asesinados por los hacendados o sus matones, las guardias blancas cuya función era impedir que la Revolución cumpliera sus programas.  Otros profesores fueron mutilados, regresaron sin nariz, sin orejas.  Es una de las páginas más tristes, y más heroicas de nuestra historia moderna, jalonada por matanzas pavorosas, de Rio Blanco a Aguas Blancas y de Topilejo a Tlatelolco.  Acabar con la impunidad de los matones, los rateros, los tiranuelos, sigue siendo una prioridad de la vida pública mexicana.  Los maestros de la Revolución dieron, con su sacrificio, el ejemplo a la ciudadanía entera. 

Fuentes, C. (1997, p. 8). Por un progreso incluyente. México, D.F.: SNTE.  

México en siete u ocho décadas ha dejado de ser un país de “90% de iletrados” para convertirse  hoy un país con más del 90% de letrados.   Este no es logro pequeño por supuesto pero de ninguna manera implica que tan sorprendentes resultados de alfabetización impliquen logros similares en la literacidad.   El gran reto de México no es ahora si sabemos o no leer y escribir sino si somos capaces de capturar el texto, interpretarlo, reflexionarlo y usarlo para resolver los problemas que la vida social demanda.  Tristemente “los matones, los rateros, los tiranuelos” siguen azotando al país y eso es por la negra tradición de la historia de México, todavía vigente, de “dominar mediante la ignorancia”.   Ya uno de estos maestros heroicos que describe Carlos Fuentes les habló a los niños mexicanos con fiera sabiduría: 

“Tu porvenir con libros se defiende”. 

Cuando todo niño mexicano aprenda tan fundamental lección no habrá carne de cañón, hoy en día tristemente representada por los miles de ajusticiados en la narco-justicia, no habrá seguidores ilusos del sueño americano, no habrá bestias de carga ni fieles servidores de causas corruptas.  Quien logra encontrar su propia voz en el universo de los textos, tendrá nueva voz y nuevo texto, y así dejará de pertenecer a la masa explotada del silencio y se unirá creativamente al interminable esfuerzo de erigir una nación más justa.  

Uei Tlatolli y sus lectores, esperan saber más de estos maestros heroicos.  ¿Alguno de ustedes ha recogido un relato de esa época?  ¿Tuvieron padres o abuelos que fueron maestros en la época de Vasconcelos? ¿Qué saben del proceso histórico de alfabetización de sus propios lugares de origen o de sus propios lugares de trabajo?  ¿Cómo tomamos en nuestras manos como maestros el reto de pasar de la alfabetización  a la literacidad?

Se abre una pantalla en blanco. 

¿Qué texto interno siente el impulso de manifestarse en texto escrito al leer el texto de Carlos Fuentes? 

Escriban lo que piensen y sientan. 

Uei Tlatolli se nutre y crece gracias a que dos manos sobre un teclado, con electrónica magia, hablan.

Héctor Méndez

La alegría de leer

Otro ilustre filósofo (Fernando Savater) nos hace un relato personal de su feliz descubrimiento del  mundo de la lectura:

Yo tenía como diez años y caí enfermo de […] una especie de sarampión benévolo; se me recetaron veinte días de reposo en perfecto aislamiento, para evitar que contagiase a mis hermanos y compañeros de colegio.  Me instalé en el dormitorio de mis padres -¡atención psicoanalistas!  y durante esa venturosa quincena fue mi único horizonte.  Atrincherado en mi refugio, me pasaba el día en la cama, charlando esporádicamente con mis hermanos, que se asomaban de vez en cuando a las puerta cautamente, guardando las debidas distancias, y me consideraban con envidia. […]  Seguir leyendo »

El texto crítico

Esta semana, el educador más famoso del siglo XX  (Paulo Freire) nos dice en su libro  Pedagogía de la Esperanza:

… la lectura y la escritura de las palabras pasan por la lectura del mundo.  Leer el mundo es un acto anterior a la lectura de la palabra.  La enseñanza de la lectura y de la escritura de la palabra a la que falte el ejercicio crítico de la lectura y la relectura del mundo es científica, política y pedagógicamente manca. 

Freire, P. (1998). Pedagogía de la esperanza. México, D.F.: Siglo XXI Editores (p. 75).

He aquí una afirmación vigorosa de las ideas que se han ido vertiendo poco a poco en las actividades de aprendizaje y los textos que han leído en el diplomado: La lectura crítica.  Tal visión de la literacidad se notará plenamente al entrar a la última fase del diplomado, en la unidad 4 del segundo módulo, «reflexionar y evaluar información».  

Podemos observar al leer las palabras de Freire una implicación importante.  La literacidad es más que capturar las ideas de un autor como un autor las dijo, más que un deleite con la palabra, más que un adorno cultural prendido como joya fina en el individuo; la literacidad es un vehículo para conocer y transformar el mundo.  Si tal expresión de literacidad no se manifiesta, nuestro trabajo como educadores queda seriamente limitado.  Toda actividad de aprendizaje que promueva la literacidad en nuestro salón de clases debe estar acompañada por una actividad reflexiva (el «ejercicio crítico de la lectura»).  Ciertamente que la lectura da poder incidentalmente.  Muchos maestros procedemos en nuestras actividades pedagógicas bajo la premisa de que al crear las oportunidades de lectura, el poner a los alumnos en ocasión próxima para que los procesos lectores se manifiesten, basta.  A veces pensamos que todos aprendemos algo al leer.  No nos falta razón, pero un educador verdadero además busca con pasión las conexiones que tal lectura pueda tener con el mundo real de su alumno lector para que este lo interprete críticamente.  El mundo real no es simplemente el mundo del pago al contado y de la actividad profesional.  El mundo real es también simbólico, es ético, es retórico.  Un cuento de hadas no debe quedarse como una simple historia que fue divertida, o entretenida para nuestros alumnos.  El cuento de hadas debe hablar del bien y del mal, de la emoción del miedo y la del amor, del coraje para vencer al primero y lograr el segundo, y debe tener una retórica convincente y estética que los alumnos a su nivel de desarrollo deben tratar de internalizar.  No hay nada malo, por supuesto, en simplemente leer por diversión, o leer simplemente para capturar el dato, pero Freire advierte… tal actividad es «científica, política y pedagógicamente manca». Para dar a nuestros alumnos el pleno dominio de sus poderes, para habilitar todos sus brazos, la lectura debe ser crítica, generar implicaciones y  promover el desprendimiento de nuevo conocimiento por parte del lector.   

Una vez más Uei Tlatolli abre sus puertas.  ¿Qué texto pueden generar con las palabras de Freire?  ¿Cómo resucitan a esta idea, haciendo honor a Gadamer, que de no ser interpretada quedaría muerta?  ¿Cómo resuena Gabriel Celaya con su bandera enarbolada en Freire? ¿Qué metáforas (el oro de las palabras de Neruda) evoca Freire con las suyas? 

Uei Tlatolli y sus lectores, como siempre, con los brazos abiertos nos esperan… 

Héctor Méndez