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Diccionario de términos clave de ELE

Expresión oral

La expresión oral es la destreza lingüística relacionada con la producción del discurso oral. Es una capacidad comunicativa que abarca no sólo un dominio de la pronunciación, del léxico y la gramática de la lengua meta, sino también unos conocimientos socioculturales y pragmáticos. Consta de una serie de microdestrezas, tales como saber aportar información y opiniones, mostrar acuerdo o desacuerdo, resolver fallos conversacionales o saber en qué circunstancias es pertinente hablar y en cuáles no.

Tradicionalmente, se viene hablando de cuatro destrezas lingüísticas, dos propias de la lengua oral, que son la comprensión auditiva y la expresión oral, y otras dos propias de la lengua escrita, que son la comprensión lectora y la expresión escrita. Las dos  destrezas de comprensión están correlacionadas entre sí, y lo mismo ocurre con las dos de expresión; sin embargo, en uno y otro caso se trata de destrezas tan distintas como distintas son entre sí la lengua oral y la lengua escrita. El Marco europeo de referencia menciona, por una parte, la comprensión auditiva y la comprensión lectora como actividades lingüísticas de recepción y, por otra, la expresión oral y la expresión escrita como actividades lingüísticas de producción. No obstante, el Marco supera el planteamiento tradicional, al incluir dos nuevos conceptos, a saber, las actividades lingüísticas de interacción y las de mediación. El documento trata las actividades de expresión oral —transmitir información o instrucciones a un público, dar una conferencia, etc.—, enumera los diferentes tipos de expresión oral —leer en voz alta un texto escrito, hablar apoyándose en notas, hablar espontáneamente, etc.—, describe las estrategias principales de expresión —planificación del discurso, reajuste del mensaje, autocorrección, etc.— y ofrece pautas para la fijación de objetivos y evaluación de esta destreza.

Durante el primer tercio del siglo XX, la enseñanza de idiomas se centra en el estudio de la lengua escrita, en especial de la literatura. Ciertamente, se lanzan propuestas de aumentar la atención a la lengua oral, p. ej., desde la Asociación Fonética Internacional (fundada en 1886), que recomienda aplicar los conocimientos de fonética y fonología a la práctica docente, es decir, instruir a los alumnos en la pronunciación de la LE. Sin embargo, la mayor parte de esas propuestas no llegan a cuajar, aunque sí quedan en estado latente. Ahora bien, a partir de la 2.ª Guerra Mundial la enseñanza de lenguas vivas experimenta un cambio drástico, desplazándose el foco de atención hacia la lengua oral, sin desatender por ello la lengua escrita. En las últimas décadas se han producido cambios no menos relevantes, al empezar­se a utilizar en el aula de LE una variedad de textos orales auténticos —diálogos, conferencias, entrevistas, narraciones, cuentos, noticias, conversaciones telefónicas, etc.— grabados en casete, vídeo, CD, DVD y demás soportes magnéticos.

Para numerosos estudiantes la expresión oral resulta la destreza más difícil en el aprendizaje de la lengua meta. De hecho, a muchos nativos les resulta difícil transmitir información en turnos de palabra largos, p. ej., dar un discurso en público sobre un tema de actualidad; siendo así, es de esperar que los aprendientes extranjeros experimenten tantas o más dificultades que los propios nativos en ese tipo de discurso.

En la enseñanza tradicional existen discrepancias sensibles entre la expresión oral de los nativos y el tratamiento de la destreza en el aula de LE; las diferencias atañen a la forma, al contenido, al motivo, a la finalidad, a los participan­tes y al modo de comunicación. Los enunciados de los nativos no siempre se componen de frases completas y gramaticales, sino que contienen lapsos y elipsis, hecho que contrasta con la estructuración tan perfeccionista de la lengua presentada tradicionalmente en los manuales de LE. Habitualmente, los hablantes nativos expresan sus pro­pias ideas, deseos, etc., centrándose más en el contenido que en la forma del mensaje; son plenamente conscientes del significado que desean transmi­tir; tienen un motivo y un in­teré­s real en el discurso, p. ej., pedir un favor. En contraste con esas circunstancias, en el aula tradicional de LE el tema y el contenido de la comunicación con frecuencia dependen más del profesor y de los materiales didácticos que de los propios alumnos; éstos hablan porque deben practicar, por­que el profesor los insta a ello, porque desean obtener una bue­na cali­ficación, etc. No obstante, la situación cambia considerablemente cuando empiezan a aplicarse modelos didácticos como el Enfoque comunicativo o el Enfoque por tareas, en los que se procura llevar al aula la realidad externa; de ese modo, la expresión oral de los alumnos empieza a reflejar las características de la de los nativos.

Cassany, Luna y Sanz (1994) proponen estos cuatro criterios para la clasificación de las actividades de expresión oral:

  1. Según la técnica: diálogos dirigidos (para practicar determinadas formas y funciones lingüísticas), juegos teatrales, juegos lingüísticos (p. ej., adivinanzas), trabajos en equipo, etc.
  2. Según el tipo de respuesta: ejercicios de repetición mecánica, lluvia de ideas, actuación a partir de instrucciones (p. ej., recetas de cocina), debate para solucionar un problema, actividades de vacío de información, etc.
  3. Según los recursos materiales: textos escritos (p. ej., completar una historia), sonido (p. ej., cantar una canción), imagen (p. ej.,. ordenar las viñetas de una historieta), objetos (p. ej., adivinar objetos a partir del tacto, del olor…), etc.
  4. Comunicaciones específicas: exposición de un tema preparado de antemano, improvisación (p. ej.,  descripción de un objeto tomado al azar), conversación telefónica, lectura en voz alta, debates sobre temas de actualidad, etc.

En función del nivel de los alumnos y de los objetivos específicos del curso, la evaluación de la expresión oral puede centrarse en algunas de las siguientes microdestrezas:

  1. organizar y estructurar el discurso de modo coherente (p. ej., por orden cronológico);
  2. adecuarse a la situación en la que se desarrolla el discurso (tono, registro, tema, etc.);
  3. transmitir un mensaje con fluidez (sin excesivos titubeos, pausas, falsos comienzos, etc.), corrección (fonética, gramati­cal, léxica, etc.), precisión (conceptual, léxica, etc.) y un grado apropiado (según el nivel de los alumnos) de compleji­dad;
  4. dejar claro cuáles son las ideas principales y cuáles las comple­menta­rias;
  5. dejar claro qué es opinión, qué es conjetura y qué es informa­ción verificada o verificable;
  6. aclarar, matizar, ampliar, resumir, etc., según la retroa­li­mentación que van recibiendo de los oyentes;
  7. hacer uso de las implicaturas;
  8. manejar el sentido figurado, el doble sentido, los juegos de palabras, la ironía, el humor en general, las falacias;
  9. transmitir el estado de ánimo y la actitud;
  10. conseguir el objetivo del discurso, p. ej., transmitir las emociones experimentadas en una aventura.

Otros términos relacionados

Acto de habla; Análisis de la conversación; Argumentación; Educto; Autenticidad; Comprensión auditiva; Diálogo.

Bibliografía básica

  1. Cassany, D., Luna, M. y Sanz, G. (1994). Enseñar lengua. Barcelona: Graó.
  2. Consejo de Europa (2001). Marco común europeo de referencia para las lenguas: aprendizaje, enseñanza, evaluación (cap. 4.4.). Madrid: Ministerio de Educación, Cultura y Deporte - Instituto Cervantes - Editorial Anaya, 2003.
  3. Cortés Moreno, M. (2000). Guía para el profesor de idiomas: didáctica del español y segundas lenguas. Barcelona: Octaedro.

Bibliografía especializada

  1. Brown, G. y Yule, G. (1983). Teaching the Spoken Language. Cambridge: C. U. P.
  2. Nunan, D. (1989). Designing Tasks for the Communicative Classroom. Cambridge: C.U.P.
  3. Pattison, P. (1987). Developing Communication Skills. Cambridge: C. U. P.
  4. Vázquez, G. (2000). La destreza oral. Madrid: Edelsa.
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