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Planeta> Cambio climático Act. 16 oct 2023

¿Qué es el gas metano y por qué ocupa todas las conversaciones?

El metano (CH4 en su fórmula química) es uno de los gases de efecto invernadero más potentes. El compromiso de la Unión Europea y EE. UU para reducir sus emisiones es un paso muy importante contra el cambio climático. Como la vida de este gas es más corta, su desaparición tendría un impacto inmediato en el calentamiento del planeta.

¿Qué es el gas metano y por qué ocupa todas las conversaciones?

Mercurio está tan cerca del sol que su año solo dura 88 días. Sin embargo, aunque es un espectador privilegiado del inmenso reactor de fusión nuclear que es nuestra estrella, no es el planeta más caliente del sistema solar. Donde es de día, su superficie sube a 430°C. Cuando cae la noche, baja a -18 °C. Y es que en Mercurio no hay atmósfera ni gases de efecto invernadero que atrapen el calor. No tiene ni CO2 ni gas metano, por lo que toda la radiación que golpea el planeta sale rebotada de vuelta a la inmensidad del espacio.

La historia en la Tierra es muy diferente. Algunos de los compuestos de nuestra atmósfera sí son capaces de absorber radiación infrarroja. Los gases de efecto invernadero atrapan los fotones que emite la superficie terrestre que ha sido calentada por el sol. Esta energía es transferida después entre moléculas en forma de calor, un proceso que sube la temperatura del planeta. Así, estos gases funcionan como una inmensa manta sin la que la vida en la Tierra no podría existir tal como la conocemos.

Sin embargo, el llamado equilibrio radiactivo entre la energía que nos llega y la que atrapa la atmósfera está cada vez más desequilibrado. Las actividades humanas han provocado un aumento sin precedentes de la concentración de gases de efecto invernadero. Como consecuencia, la temperatura global y el clima están cambiando a una velocidad nunca vista: en el último siglo, la temperatura ha subido 1,1 °C de media. El CO2 es uno de los grandes causantes del calentamiento global, pero cada vez más miradas están puestas en el gas metano: el 60 % de sus emisiones tiene origen en actividades humanas.

Características del gas metano

El metano es un hidrocarburo al que puede que le debamos la vida. Cuando las primeras bacterias y arqueas poblaron la Tierra, hace 3.500 millones de años, había mil veces más metano en la atmósfera que hoy. Esta molécula formada por cuatro átomos de hidrógeno alrededor de uno de carbono se convirtió en la parte central de los procesos biológicos de aquellos seres vivos originales y habría logrado regular el clima del planeta.

Si comparamos el metano con el dióxido de carbono (CO2), su potencial de calentamiento durante los primeros 20 años de vida es 86 veces superior. Y, si tenemos en cuenta los primeros 100 años, lo multiplica 28 veces. La diferencia es que su vida es mucho más corta. De media, una molécula de metano desaparece al cabo de nueve años en la atmósfera, mientras que una de CO2 supera los 200 años.

El CH4 es el componente principal del gas natural que usamos para calefacción o generación eléctrica y en la naturaleza lo producen de forma natural los microorganismos anaerobios, aquellos que prosperan donde no hay oxígeno. También lo emiten los volcanes, los responsables de que la atmósfera primitiva tuviese mucho más metano que la actual. Sin embargo, en la actualidad, el % de las emisiones de CH4 tiene origen en las siguientes actividades humanas:

  • Producción y uso de combustibles fósiles. En particular, de la extracción de petróleo y gas natural y, sobre todo, de los yacimientos poco profundos.
  • Agricultura, ganadería y vertederos. Los rumiantes (como las vacas) y el cultivo de arroz son otra de las principales fuentes de metano antropogénico.
  • Quema de biomasa, tanto en los incendios forestales como para uso energético.
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El metano y el cambio climático

La atmósfera de la Tierra está formada, sobre todo, por nitrógeno. Este gas supone el 78 % del aire que nos rodea. El segundo elemento más habitual es el preciado oxígeno, que compone otro 20 % de la atmósfera. El CO2, según las últimas mediciones del observatorio de Mauna Loa, supone un 0,000413 %, es decir, 413 partes por millón. Y la concentración del metano es 0,00000189% o 1,9 partes por millón.

Si con presencias tan bajas puede lograr tanto, cualquier cambio en estos niveles tiene el potencial de alterar el clima, tal como ya estamos viendo. Por eso preocupa tanto que la concentración de metano en la atmósfera sea hoy un 262% más alta que antes de la revolución industrial y, sobre todo, que la cantidad de CH4 que emitimos haya permanecido prácticamente estable en las últimas dos décadas.

La parte positiva de todo esto es que podemos reducir las emisiones de metano de forma drástica en pocos años. Además, como su vida es tan corta, su desaparición tendría un efecto casi inmediato en el calentamiento global (al contrario que sucede con el CO2).

El pacto del metano, impulsado por la Unión Europea y Estados Unidos y al que se sumaron más de 100 países, persigue reducir las emisiones de este gas un 30 % a nivel mundial antes de que termine esta década. Lograrlo significaría reducir en 0,2°C el calentamiento durante los próximos 30 años. Quizá no parezca mucho, pero puede marcar la diferencia entre un efecto invernadero tolerable y uno que empiece a complicar nuestra presencia en la Tierra.